lunes, diciembre 06, 2004

Un segundo

En honor a la verdad, la idea me atormentaba. El miedo corroía mi alma y, aun consciente de que no existía alternativa, retardaba los acontecimientos. Sin desearlo, mis manos se amurallaban sobre el vientre, protegiéndolo del dolor. Padecía con el simple hecho de imaginar como el tiempo pasaba y la sombra de mi propia decisión se cernía sobre mí.

Pero ahora el único sentimiento que experimento es el placer. En este preciso momento sé que toda mi vida tiene un sentido: poder ver sus ojos mientras mi cuerpo se estremece por la penetración. Las fuerzas se escapan de mi cuerpo en este instante sublime y la sangre aún caliente resbala sobre mis muslos para teñir el tatami de rojo. No permitiré que mis párpados descansen y les ordenaré que se mantengan firmes ante su mirada. Mientras un sentimiento de orgullo se apoderará de mí, otorgándome un último segundo de gloria.

Sólo el filo de acero podía limpiar mis actos y con su fría justicia devolver a mi amo la gloria que había traicionado. Porque no hay mayor honra para un samurai que morir ante su dueño.